Cuentan que había un rey apegado a sus bienes personales, su castillo y sus joyas, y tenía mucho miedo a que se los quitaran. Sin embargo, veía a los pobres de su reino felices, y se preguntaba cómo era posible que ellos, que no sabían lo que iban a comer al día siguiente, estuvieran felices.

Decidió disfrazarse de mendigo y averiguar el misterio. Ya en el pueblo le tocó la puerta a una persona que que lo hizo entrar muy amablemente. Estaba sentada en su pequeña habitación comiendo un pedazo de pan. Lo invitó a sentarse con él y a compartir el pan. El rey disfrazado le preguntó: ¿a que te dedicas?. Reparo zapatos viejos, respondió el hombre pobre.

¿Y que vas a comer mañana si solo tienes este pedazo de pan?. Pues comeré lo que trabaje mañana, respondió en paz el hombre. El rey volvió a su castillo y dio un edicto con maldad. Estableció que nadie podía reparar zapatos en el reino. Se dijo a sí mismo: vamos a ver si este hombre ahora sigue tan tranquilo. Al día siguiente, el rey fue nuevamente a buscarlo, pero lo encontró con un pedazo de pan y un queso.

un rey ficticio empuñando una espada

El rey disfrazado le preguntó: vi que el rey había dado un decreto por el cual era imposible reparar zapatos,¿que hiciste?. Pues nada como no se podía reparar zapatos, busqué que hacer y vi a unas personas cargando agua, aprendí el oficio, me ofrecí a ayudarles y me pagaron más que por reparar zapatos, ¿que te parece?. El rey volvió a su palacio, no soportaba la paz y el desapego con que vivía el hombre pobre del pueblo.

Dictó un nuevo edicto para ordenar que nadie cargara agua en el reino. Al día siguiente regresó disfrazado a la casa del hombre pobre y lo encontró con una botella de vino, un pan y un queso. El rey le preguntó molesto: pero ¿cómo has hecho? el rey prohibió cargar agua en el reino. El hombre le respondió, «Me puse a ver que podía hacer, me fui al bosque y aprendí a cortar árboles con los leñadores. Ellos vieron que podía hacer el trabajo, me contrataron y me pagaron muy bien. El rey no soportaba la indignación.

Fue a su castillo y dictó otro edicto mandando que todos los leñadores trabajaran para el rey como guardias. Ahora lo tendría en sus manos, pensó. Al día siguiente, el rey disfrazado fue a visitar al hombre pobre, lo encontró con una despensa llena de comida, todo tipo de panes, frutas, quesos y vinos. El rey le preguntó: ¿pero que pasó? yo sé que los leñadores fueron a trabajar para el rey y el rey paga una vez al mes. ¿Cómo tienes tanta comida si no te han pagado? Pues trabajé todo el día como guardia, pero cuando fui a cobrar me dijeron que pagaban a fin de mes, entonces pensé: ¿qué hago?, y me dije a mí mismo: voy a vender el acero de mi espada y pondré una espada de madera. Con el dinero compraré comida y nadie se dará cuenta. Cuando me paguen a fin de mes, repondré la espada. El rey pensó que ahora sí lo atraparía.

Al día siguiente, el rey fue donde los guardias y gritó: ¡LADRÓN!, ¡AGARREN AL LADRÓN! Miró al hombre pobre le ordenó «GUARDIA , DECAPITE A ESE LADRÓN». En ese momento el hombre pensó: si saco mi espada de madera, me decapitan por haber vendido el acero; si no la saco, me decapitan por desobedecer al rey.

Pero como el hombre siempre estaba en paz, sin apegos, mágicamente la solución vino a su mente. Empuñó el mango de su espada y gritó a todo pulmón, dirigiéndose a sí mismo: SI ESTE HOMBRE ES UN LADRÓN, ENTONCES QUE MI ESPADA LO DECAPITE. DE LO CONTRARIO, QUE MI ESPADA SE CONVIERTA EN MADERA. Extrajo con fuerza la espada, la puso en alto y toda la gente se asombró: ¡MILAGRO! ¡DIOS, QUE VIVA DIOS! exclamaban. El rey se acercó, lo nombró primer ministro y le dijo: hoy me has dado una lección.

VIVE LA VIDA COMO EL HOMBRE DE LA ESPADA. ENFRENTA LOS PROBLEMAS CON DESAPEGO Y COMPASIÓN, VIVE TU LIBERTAD Y TOMA UNA ACTITUD DE FLEXIBILIDAD EN LA VIDA.

PD: Y así es como este antepasado de los que trabajamos en KAPITÁN KANÍBAL nos motivó para trabajar nuestras hermosas espadas de madera.

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